Tengo el gusto de presentaros para empezar la semana un artículo aparecido en el Diario de Noticias de ayer y escrito por Alicia Ezker, donde da un repaso a la cultura Navarra y su "peculiarísima forma" que tienen de jugar con ella como si fuera algo que sirve para colocar hormigón....pues el verdadero sentido del ARTE es algo que les viene –por lo comprobado-muy grande...pero que lo utilizan para otros fines más especulativos.
Amigos-as como si fuera la historia interminable (para los que trabajamos en tan desconocida materia por nuestros prebostes (i)-Lustrados ) os lo hago llegar (Podría aportar nuevos datos que no salen en el artículo........pero eso para otro día....hoy un repaso de la cultura que tenemos en Navarra por la periodista Alicia Ezker:
Cuando el arte no está en el centro
la reciente firma del convenio entre la Universidad de Navarra y la coleccionista pamplonesa María Josefa Huarte para formalizar la donación de la colección de arte de la Fundación Beaumont, una de las mejores recopilaciones de arte español del siglo XX, a dicho centro universitario con el compromiso de que la Universidad construya un Museo de Arte Contemporáneo en el campus cierra un capítulo hace años abierto y abre un nuevo escenario, al que aporta un elemento más de distorsión en el ya de por sí distorsionado panorama del arte local en el momento actual.
La generosa decisión de María Josefa Huarte de donar su colección no es nueva. Ya firmó incluso una donación a la sociedad navarra hace unos años, a finales de los 90, aunque por negligencias políticas y exigencias quizás demasiado elevadas por alguna de las partes en cuanto a la ubicación física de la colección, no llegó a buen puerto. Lo único que es nuevo de toda esta historia es que medio centenar de obras de arte de primer nivel no estarán en manos públicas sino que pasan de manos privadas a manos privadas, que se podrán ver, eso sí, en un espacio también privado, todavía sin definir, cuya construcción anula ya toda posibilidad, si es que alguna vez la hubo, de que Pamplona apueste de veras por la creación artística con un centro de vanguardia que le permitiera recolocarse en un circuito del que se autoexcluyó.
Que Pamplona reciba aunque sea indirectamente un fondo artístico de primer nivel, creado por una de las familias más relevantes en el mezenazgo del arte español de la segunda mitad de siglo, es una buena noticia, pero no es la noticia. Lo verdaderamente noticiable es que las instituciones navarras han sido incapaces de aglutinar esfuerzos e intereses económicos y culturales para dotar a la sociedad de un espacio en el que convivir con el arte y crecer con él. Es una cuestión de creer o no creer y los distintos responsables culturales de las últimas décadas es evidente que no creen en la cultura activa, sino en la pasiva; en la cultura escaparate que permite la foto fácil.
Quizás por esa falsa imagen de la cultura, Navarra al día de hoy sigue careciendo de ideas con las que llenar los vacíos culturales creados durante décadas de dejadez. El Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona como principales instituciones se han limitado a subirse a trenes que otros ponen en marcha y a posar en fotos de proyectos ajenos. Allí queda para la historia del arte la inauguración de un edificio vacío presidida por Miguel Sanz en plena campaña electoral. Es de suponer que tratarán de subirse al tren del nuevo proyecto, pero ese no debería ser nunca el destino para el dinero público. Donde hay que invertir y mucho no es en edificios, y menos si son de otros, sino en ideas, en potenciar la creación, el artista y su obra. Ese es el riesgo del arte que debe asumir un gobernante, aunque no es tan rentable políticamente como inaugurar espacios, aunque sean carentes de propuestas.
Por todo ello, el anuncio de la construcción de un nuevo centro de arte en Pamplona (de entrada una buena noticia para la ciudad) no puede mirarse de manera aislada, sino que hay que englobarlo en el contexto real del arte local. Lo que pudo haber, lo que hay, lo que se prevé que haya y lo no debería haber.
Década de los 90
Primera donación a Pamplona
La idea de que Pamplona cuente con un centro especializado en el arte de vanguardia se remonta a décadas pasadas y se sustenta no tanto en el boom que estos espacios han adquirido en los últimos años como en determinados acontecimientos artísticos y culturales vividos en la capital Navarra, acontecimientos que en algunos casos son referencia de la cultura estatal de los últimos 40 años y a los que Pamplona, tal vez por timidez de sentirse todavía una ciudad de provincia, no supo sumarse. Hechos tan destacados como los Encuentros del 72, organizados por el grupo Alea y patrocinados por la familia Huarte, convirtieron Pamplona en un cóctel vanguardista sin referentes en la España del franquismo. El arte fue uno de los protagonistas, localizado, entre otros espacios, en la sala de arte de Caja Navarra ubicada en Castillo de Maya (hoy por desgracia convertido en un espacio ya inservible para el arte moderno). En aquel entonces surgieron movimientos de artistas como la llamada Escuela de Pamplona y varios de ellos fueron los que primero proyectaron el CAP, el Centro de Arte de Pamplona. La idea se remonta a los años 80, cuando Pedro Salaberri, Javier Balda, Pedro Manterola y Mariano Royo decidieron proponer al Gobierno de entonces, en manos socialistas, la creación de un espacio para el arte contemporáneo. El proyecto cayó pronto en el olvido. Los políticos navarros consideraron desacertada la idea de ese centro, algo entendible si se tiene en cuenta el panorama que se vivía en el resto del estado ya que hasta 1986 no se inauguró en Madrid el Centro Reina Sofía, reconvertido dos años después en Museo de Arte Contemporáneo. Para entonces ya había empezado a andar la Feria de Arco, el único referente firme de las vanguardias. No hay duda que el panorama ha cambiado mucho desde entonces y hoy prácticamente todas las ciudades españolas cuentan con su propio Museo de Arte Contemporáneo.
Pero Pamplona poco a poco se fue descolgando. Se mantenía la actividad expositiva con un buen número de artistas y apenas media docena de galerías que se dedicaban con más o menos rigor a mostrar arte contemporáneo además de varias instituciones centradas en la compra de arte sin fines expositivos, como el Museo de Navarra, Caja Navarra, el Parlamento de Navarra o el Ayuntamiento de Pamplona, éste último con una colección centrada en el arte creado a partir de los 90 adquirida a través de las bienales y en la feria de Arco.
Fue en 1998 cuando la coleccionista pamplonesa María Josefa Huarte anunciaba la creación de una Fundación junto con su marido para a través de ella poder donar su colección de arte contemporáneo a la ciudad de Pamplona para que fuera expuesta en la Sala de Armas de la Ciudadela. El Ayuntamiento aceptó la oferta y aunque no se llegó a firmar nada en aquel momento cada vez tomaba más peso la idea de convertir la Ciudadela en un Centro de Arte Contemporáneo. Al mismo tiempo comenzaban las críticas políticas hacia lo que podría ser un museo privado pero construido en un lugar público y con dinero público. Pero la pretensión del Ayuntamiento de ir dando forma a lo que ya parecía una necesidad evidente de crear un espacio para mostrar su propia colección de arte, entre otras, fue cogiendo forma. En septiembre del año 2000 el presidente del Gobierno de Navarra, anunciaba la firma de un convenio entre el Ejecutivo navarro, el Ayuntamiento de Pamplona y la Fundación Beaumont para acometer el proyecto de promoción del Futuro Centro Navarro de Arte Contemporáneo. Era la primera vez que aparecía en escena un centro de arte como tal. El Gobierno prestaría apoyo institucional y financiero, es decir pagaría íntegramente los costes del proyecto y cedería sus fondos de arte ; el Ayuntamiento, por su parte y como titular de la Ciudadela, se comprometía a aprobar en pleno el compromiso de poner este emplazamiento a disposición del proyecto así como a participar en su desarrollo y por último la Fundación Beaumont cedería sus obras de arte. Se crearía la Fundación Centro Navarro de Arte Contemporáneo, como encargada de desarrollar, administrar y financiar el centro algo que ocurrió el 16 de marzo de 2001. Ese día se dio luz verde al convenio para la creación del Centro Navarro de Arte Contemporáneo, ya conocido entonces con las siglas del CNAC.
siglo xxi
Proyecto fracasado
Pero el centro nunca se creó. Polémicas por su ubicación en la Ciudadela se fueron sumando a otras de corte político y presupuestario hasta que en febrero de 2003 el proyecto quedaba definitivamente truncado al emitir el Ministerio de Cultura un informe que hacía imposible crear nuevas edificaciones en la Ciudadela de Pamplona. A partir de ese momento el acuerdo quedó aparcado. Sin Ciudadela no había donación y sin donación nadie impulsó un centro de arte.
Mientras tanto la atención política en cuanto a arte se refiere se centraba en otro proyecto, complicado desde su origen, la Fundación Museo Jorge Oteiza, una entidad privada de financiación pública fruto de la donación del legado de Oteiza al pueblo de Navarra con la condición de que el Gobierno asumiera la construcción del edificio y su puesta en funcionamiento. Después de una década de retraso el Ejecutivo Navarro cumplió el acuerdo con el escultor e inauguró el Museo de Alzuza en el año 2003. Desde entonces, el proyecto no ha estado exento de polémica al día de hoy todavía son varios los temas judiciales pendientes.
Sin embargo, la posibilidad de crear un centro de arte en Navarra seguía presente en casi todos los programas electorales pero en ninguna agenda. Y el tiempo fue pasando y la realidad cultural demostraba que por las experiencias vividas en otras comunidades, el tiempo de apostar por grandes centros había pasado, que el efecto Guggenheim se había diluido y que sólo los grandes espacios conseguían mantener sus cifras. Que el arte del siglo XXI tenía otras redes, otros cauces y otras necesidades más activas, menos pasivas.
Así, en ese contexto, fue un Ayuntamiento el que por iniciativa municipal decidió impulsar el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, un espacio municipal construido y pagado por el Ayuntamiento de Huarte, de gestión privada mediante adjudicación para cinco años. El Gobierno de Navarra ya ha anunciado su intención de asumir en parte la financiación del proyecto a través de su entrada en la Fundación ya que el Ayuntamiento quiere deshacerse de su propio proyecto por el elevado coste que implica mantenerlo. Son muchos los interrogantes que rodean el futuro de este espacio artístico, todavía en su fase inicial, que está consiguiendo acercar a Navarra propuestas artísticas y culturales difíciles de ver en otros lugares pero todavía muy lejos de la sociedad.
Y en medio de grandes proyectos nadie da respuesta a las verdaderas preguntas y los políticos se pierden en debates y planes. ¿Dónde está realmente el arte navarro? ¿Cúal es su centro? En los últimos cinco años, coincidiendo precisamente con la apertura de nuevos edificios, se ha producido un preocupante retroceso. Cada vez hay menos salas, públicas y privadas; las galerías apenas pueden subsistir y los artistas exponene y comercializan muchas de sus obras en sus propios estudios, en circuitos casi familiares y de amigos. No hay plataformas, ni circuitos, ni apoyos. Hay iniciativas aisladas y puntuales pero falta una política activa y clara en el terreno del arte que comience por valorar y proteger a sus artistas. Ellos son el centro del arte; sus ideas y sus obras. Un edificio sin ellos nunca será un espacio artístico.
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